martes, 20 de marzo de 2007

CONVIVIR CON EL DOLOR

Saltó la noticia que era de esperar: Inmaculada falleció tras ser desconectada del aparato de respiración artificial. Y el mismo día, uno de mis alumnos, saltó en lágrimas cuando le llamé para comentarle un tema acerca de un examen: a su madre le acaban de detectar un cáncer.

¡Cuántas veces el dolor y la enfermedad se cruzan en nuestro camino sin ser esperados! ¡Cuántas veces ante una visita al doctor, y el anuncio de lo que no quisiéramos oír, acaba por romper la armonía de nuestra vida! La enfermedad y el dolor forman parte de nuestro camino. Llegan aunque no queramos. Es algo que no podemos controlar. Y humano es querer huir. Pero debo decir que conozco a mucha gente que convive así, día tras día, con molestias, con impedimentos, algunos esperando un final próximo e inevitable… y que sin embargo sonríen día tras día, han aprendido a hallar –en el dolor de su enfermedad- la más alta felicidad.

A algunos el dolor les mejora, a otros les desespera. Hay quiénes les sirve para valorar más a aquellos que les rodea, para otros es motivo de rechazo. Muchos han ganado en el amor, y otros pierden el corazón. Conozco quiénes de la enfermedad han hecho una escuela de virtudes en dónde se forma la misericordia de su corazón. Personas que han aprovechado la oportunidad para curarse un poco de su egoísmo e inclinarse más hacia los demás.

Con la visita del dolor el hombre vive una prueba dentro de sí. Y uno puede descubrir que hay muchas formas de vida superficiales, llegando a valorar más lo que realmente tiene importancia. Los tintes de color cambian y hay que descubrir la belleza que llevan consigo.

La ausencia del dolor, en la vida humana, es imposible. Aprender a convivir con el dolor es toda una sabiduría que vale la pena descubrir.

Y con este post, mi más sincero homenaje a aquellos que sufren y lloran, y luchan por vivir.

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