martes, 27 de marzo de 2007

LA TELE DE ANTAÑO... ¿HACÍA MENOS DAÑO?

“Kit, te necesito…” y a toda velocidad aparecía con su brillante color negro, las luces rojas parpadeantes… ¡Las tardes de sobremesa, conjuntamente con El coche fantástico, tenían un sabor agradable! Eran tiempos de antaño. Series de televisión de las que todo el mundo hablaba, porque todo el mundo las veía. Tampoco había muchas más opciones. El “pequeño saltamontes” de Kun Fu, los “puños fuera” de Mazinger Z, el “piraña” de “Verano Azul” con la inconfundible música de la serie, los “Hombres de Harrelson” con una banda sonora que ha perpetuado en la historia del cine, aquél “Equipo A” con el loco de Murdock, la imagen de la extraterrestre Diana comiéndose una lagartija en la serie “V”… todas ellas han sido series que han pasado a la historia, dejando huella en todos aquellos que vestíamos pantalón corto e íbamos con un balón en mano.

Cada viernes, después del entreno, la cena tenía que ser rápida: a las 21 horas empezaba el “Un, dos, tres…”. Año tras año, de la mano de Chicho Ibáñez Serrador y conducido por Mayra Gómez Kemp, veíamos pasar las distintas mascotas del programa: la Ruperta, la Botilde, el Chollo… Aquél mundial del Naranjito, el “Reina por un día”, el “Si lo sé no vengo”, ¡Eran programas que no se olvidan!

La televisión deja huella. Ante la pantalla uno no puede quedar indiferente. El panorama ahora es muy distinto. La realidad que pintan las series televisivas se adapta a los nuevos tiempos. Entonces pasabas un buen rato, te divertías y echabas unas carcajadas. Ahora los personajes y las tramas te llevan a la reflexión, te imbuyen ideas y en muchos casos están bajo las directrices de determinados grupos sociales que los usan para hacer proselitismo de sus propias pretensiones.

Ahora hay más técnica, más efectos especiales, más calidad fílmica… pero me atrevo a poner en duda si el contenido y los valores que se transmiten están en una adecuada línea educativa para nuestros hijos (y también para los adultos). Con facilidad se cae en la bazofia y el morbo para captar al telespectador, y éste –ingenuo él- fácilmente cae en la trampa.

Ahora, quizás más que antes, es importante educar en el uso del televisor:

- Revisar los programas que permitimos ver a nuestros hijos
- No dejar que la tele sea el recurso fácil para llenar el tiempo
- Ser ejemplares, con nuestra conducta, y no ver aquello que no dejamos ver
- Apagar la televisión durante las comidas, facilitando el diálogo en familia

A veces me pregunto si no será tan radical lo que, en cierta ocasión, me comentaba mi amigo Pedro: “sin televisión, se vive mejor”.

1 comentario:

Armando Vallejo Waigand dijo...

La televisión en sí misma no es mala ni buena, lo son sus contenidos. Éstos son los que, a mi juicio, deben analizarse individualmente. Es cierto que abunda más lo prescindible que lo recomendable, pero ¿no sucede igual en otras formas de comunicación y expresión? La diferencia es que nadie acude al cine o al teatro 'compulsivamente' para tragarse cualquier bazofia, entre otras cosas, porque cuesta caro. Sin embargo, la tele es un 'artículo' de consumo diario y en grandes dosis, y aquí viene lo peor, sin conocerse correctamente las 'instrucciones' de uso... Y no me refiero a cómo sintonizar los canales, sino a las de las recomendaciones de tu artículo y algunas otras.

Saludos.