domingo, 3 de febrero de 2008

Pequeños detalles que son grandes


Una llamada inesperada, un comentario animante cuando uno menos se lo espera, la preocupación hacia aquél que piensa que poco le importas, y un sinfín de cosas que podríamos enumerar, es el mejor modo de ganarse a un adolescente.

Cada lunes, a primera hora de la mañana, viene la misma pregunta: “¿Qué tal fue el partido de hockey de este sábado?”, “¿Ganaste el partido de futbol?”, “¿Cómo fueron las clases de tenis?”, “¿Qué tal llevas la derrota del Barça de ayer?”… En estos momentos, lo que más valoro, no es la respuesta que me va a dar, sino encontrarme una vez más con su sonrisa de complicidad y sus ojos que me dicen “¡gracias por preguntar!”. Pero claro, cuando uno está “pavo” lo que se lleva es hacerse el pasota, y es divertido observar cómo en estas situaciones actúan como si aquello que les preguntas ni siquiera les importara. “Pfffff… ya ves”, a veces te responden, y luego viene el disimulo haciendo ver que no te escucha.

Sábado por la mañana. Por suerte, desde que tengo agenda electrónica, me olvido mucho menos de lo que no me debería olvidar. La enciendo y miro la agenda del día. Entre una retahíla de más de veinte tareas pendientes, me recuerda que ese día es el cumpleaños de Juan (sí, el mismo del móvil de la discordia… pura casualidad). Yendo por la calle le llamo, pues a pesar de todo, el móvil también tiene sus ventajas. “Juan, felicidades por tus 15 años”. Ni se lo esperaba, el día antes le castigué sin la salida cultural. Supongo que con sorpresa, agradecido, intercambiamos unas pocas palabras. Es que este fin de semana es carnaval, y además hace poco que tiene moto nueva, así que su cabeza estaba en pleno apogeo preparando el desfile de la tarde. Me colgó como si no le importara, pero sé que el detalle le hizo ilusión, y aunque Juan parece un chiquillo, su corazón es grande, grande…

Pequeños detalles, aparentemente sin importancia, pero que a la larga te das cuenta que han hecho cosas grandes. Porque para educar, es verdad que son necesarios los exámenes, estrategias educativas, pruebas psicológicas, resúmenes, esquemas, deberes…. pero no olvidemos que en la docencia tratamos con personas, que viven sus propias emociones, tienen sus alegrías y preocupaciones, sus temas y sus historias que nada tienen que ver con lo que a veces queremos enseñarles en la clase. Sólo cuando el maestro sabe ganarse el corazón, los resultados acaban siendo plenamente satisfactorios. Y un adolescente, todo y mostrándose muchas veces frío y distante, tiene un corazón que no se nota ni se ve, pero… ¡qué grande!

Y mañana lunes, la rutina de empezar la semana, y las mismas preguntas sobre el partido, las clases de tenis… y habrá que preguntar sobre el carnaval. ¿O no? Porque Juan se disfrazó de gnomo, y como se me ocurra preguntárselo en clase, igual origino tal recochineo con sus compañeros que luego estará meses sin hablarme. En fin, mañana ya se verá… de lo que sí estoy seguro es que Juan ahora ya tiene sus 15 años, y sé que como cada día que pasa, su corazón se hace cada día más grande.