martes, 30 de octubre de 2007

¿Interculturalidad o xenofobia?


La noticia ha sido de las más comentadas en estos últimos días. El vídeo ha sido de los más visionados en youtube. Los medios de comunicación se han hecho eco del suceso. Quien más, quien menos, lo ha comentado con sus allegados. La paliza propinada a una inmigrante en el tren de Barcelona ha causado conmoción y expectación; y una vez más, ha abierto el debate.

Las imágenes del joven insultando y pegando patadas y puñetazos a la joven ecuatoriana de 16 años causan una verdadera repugna. Por muy acostumbrado que se encuentre uno a ver disparos y puñetazos en películas y series de televisión, al encontrarnos con un hecho de este calibre, conmociona saber que es la propia realidad. Y les seré sincero, pero cuando vi el vídeo, tanta repulsa me causó el agresor como el otro joven presenciando los hechos y sin inmutarse. Más lástima me dio cuando al leer los periódicos descubrí que él también es de origen suramericano, como la víctima… de él casi no se ha comentado, pero bien se merecería una buena multa por insolidaridad con la víctima.

El hecho que las imágenes fueran captadas por las cámaras del tren, nos ha ayudado a abrir un poco más los ojos ante una realidad que no es nueva ni actual. Porque no nos engañemos, actos xenofóbicos los hay aunque no haya cámara que los filme. ¿Es que acaso no se sabe de los conciertos neonazis y las webs xenófobas? ¿No preocupan las alertas de los medios de comunicación cuando hace unos meses mencionaban los tres de cada diez franceses que se consideran racistas? ¿Y de los avisos de las organizaciones sociales clamando que no solamente el racismo sigue existiendo, sino que además se están dando rebrotes del problema?

Aprender a convivir con personas de otras culturas es una realidad inevitable. La inmigración es un hecho real. Novedoso, al que aún no estamos suficientemente acostumbrados, y no del todo resuelto en el ámbito político. Si hasta hace poco muchos veían a los inmigrantes como unas personas incapaces de integrarse, lo cierto es que la lucha por su integración se está llevando a cabo desde muchísimos ámbitos sociales y políticos. Hay ciudadanos que no pueden llevar una vida normal, por no ser del color o etnia apropiados. Pues es verdad que el rechazo social todavía perdura, y aún sentimos resistencia a facilitarles las cosas...

Tenemos mucho que hacer en este terreno, y mucho que aprender. Pero también propongo otra cuestión, de la que pocas veces se habla: ¿por qué no existe una preocupación para ayudar al inmigrante a que se integre en nuestra sociedad? Pero una preocupación verdadera, con medios reales y recursos palpables. Porque está claro que nosotros debemos hacer un esfuerzo y facilitar la interculturalidad, pero también es cierto que hay veces que por mucho que nos empeñemos en intentar conseguirlo hay extranjeros que se resisten a ponerlo fácil. Algo parecido se comentaba recientemente en el programa de Tengo una pregunta para usted, por parte del señor Josep Antoni Durán i Lleida.
Hay que esforzarse y lucharlo, pero si realmente queremos acabar con la xenofobia -que considero odiosa y repulsiva- este intento debe surgir desde todas las partes.

Y desde el ámbito político, deben ponerse los medios suficientes para afrontar esta nueva realidad social, adoptando las medidas necesarias para administrarla de forma conveniente. No es cuestión sólo de abrir o cerrar fronteras, el problema es mucho más de fondo.

Y mientras nosotros discutimos y leemos sobre este tema… ¿qué estará haciendo ahora Sergi Xavier (agresor de la chica ecuatoriana)? Quizás se encuentre consumiendo un pitillo más, hablando con su amigo del móvil, disfrutando de su libertad sin fianza.

sábado, 13 de octubre de 2007

Teresa de Jesús, la incondicional


Como supongo les pasará a muchos de ustedes, al pensar en Teresa de Jesús me viene a la memoria la magistral interpretación que Concha Velasco hizo en 1983 bajo la dirección de Josefina Molina. Capítulo a capítulo, cada semana, la pantalla nos fue ofreciendo los diversos aspectos de la vida de esta santa, que el día 15 de este mes conmemoramos su fiesta.

Los santos no nacen, se hacen. De joven ella también sintió el reclamo atractivo de las fiestas, el glamour y los amores propios de la época. Su cuerpo, embravecido como cabía esperar de una joven bella y atractiva, reclamaba un tipo de vida que nada tenía que ver con la contemplación religiosa. Luchando consigo misma, acabó ingresando en la orden carmelita profesando el 3 de noviembre de 1534. Su padre no lo consentiría mientras estuvo en vida. Y aun así, Teresa sabía que su vida estaba encaminada por esos andares.

Reponiéndose de una larga enfermedad, con la buena salud volvió de nuevo a sus aficiones mundanas, puesto que la clausura no se impuso como obligatoria hasta 1563. Y de nuevo vino la enfermedad. Y tras ella, una nueva conversión. Porque los santos no nacen, se hacen.

Pronto sintió la necesidad de fundar en Ávila un monasterio que observara de modo estricto la regla de su Orden, comprendiendo la obligación de la pobreza, el silencio y la soledad. Fue en 1562 cuando consiguió su objetivo, donde ingresaron cuatro novicias en la nueva orden de las Carmelitas descalzas de San José. No faltó alboroto, Teresa se vio obligada a regresar al convento de la Encarnación, y luego pasó cuatro años viviendo en San José con una gran austeridad. Fue víctima de la incomprensión incluso de los más allegados. Pero ella, recia y pertinaz, supo aguantar el bache. Sabía que incluso este tipo de pruebas sólo hacían que favorecerla, porque los santos no nacen… se hacen.

En 1567 acabó aprobándose el Monasterio de San José. Además de recibir la monja el permiso para fundar otros más. Así fueron llegando diversas fundaciones: Medina del Campo, Madrid, Alcalá de Henares, Malagón, Valladolid… A lo largo de estos años, junto a sus fundaciones, la enfermedad la acompañaba de modo persistente. Pero Teresa no se amedrentaba. Como tampoco lo hizo cuando fue denunciada a la Inquisición, o cuando estalló la discordia entre las Carmelitas y los Carmelitas en Plasencia. El dolor, junto a la incomprensión y el abandono, curten y hacen fuerte. Y es que Teresa lo tenía claro: el santo no nace, se hace.

Durante su vida no le faltaron tribulaciones, dudas y preguntas sin respuesta. Sin embargo confió plenamente en aquél por quién debía su vida, confiando en la providencia. Incluso siendo Burgos una de sus últimas fundaciones, la priora que se hacía cargo de él la echaría del convento. Y todo ello lo aguantaba con estoicidad y sacrificio, sin odio ni rencor.
Su confesor Francisco de Rivera ha dejado un buen testimonio de cómo era la santa: de buena estatura y en su mocedad hermosa, incluso de vieja parecía bien. Rostro redondo y proporcionado. Tez blanca y encamada. De muy buen aire en el andar, y tan amable y apacible, que a todas las personas que la miraban comúnmente aplacía mucho.

La noche del 4 de octubre de 1582 entregó su alma. Su cuerpo fue enterrado en el convento de la Anunciación en Alba de Tormes. Posteriormente sería trasladado a Ávila. Beatificada por Pablo V en 1614, fue canonizada el 12 de marzo de 1622 por el papa Gregorio XV. En 1970, junto a Catalina de Siena, se convirtió en la primera mujer elevada a la condición de Doctora de la Iglesia.

Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila, Teresa de Jesús, doctora por la universidad de Salamanca, patrona de los escritores españoles, alcaldesa honorífica de la Villa de Alba de Tormes y Doctora de la Iglesia. No nació una santa… se hizo santa.

domingo, 7 de octubre de 2007

Insultar a falta de deberes


Beatriz, colega de profesión y docente de secundaria, me llamó indignada. El episodio vivido a los pocos días de iniciarse las clases la tenía atormentada. Ella es tutora de 3º de secundaria, y además de sus clases de matemáticas, procura que sus alumnos trabajen y rindan al máximo de sus posibilidades.

A las pocas clases dadas ya empezó a advertir que algunos descuidaban con frecuencia el estudio y la realización de deberes. Al principio pensó que las advertencias serían suficientes para hacerles reaccionar. Algunos de ellos así lo hicieron, aunque con otros persistía la pachorra ante el trabajo escolar. El siguiente paso fue avisar a los padres a través de un comunicado. La mayoría trajeron la nota firmada, unos pocos no la habían enseñado en casa. Beatriz, consciente de la importancia de la comunicación con la familia, adoptó la decisión de llamar directamente a los padres de los que no tenían la nota firmada. Entonces se produjo el episodio. Uno de los chicos la increpó para que no llamara a casa. La profesora no cedió, y ante su insistencia, el desahogo del alumno fue atacarla verbalmente: “¡Puta profesora de mierda!”.

Encontrarse ante tal escena, para un docente, no es nada agradable. Más cuando ésta se produce en público y ante el resto del alumnado. Entonces se produce una especie de pulso en el que hay que hacer valer la autoridad del profesor. Y siempre, en estos casos, sin perder los estribos ni la compostura. Con serenidad y aplomo, hay que actuar reconduciendo la situación del modo más adecuado.

Tal como se presenta el panorama educativo, podemos preguntarnos: ¿Y cuál es el modo de resolver un conflicto? Antes de llegar a una conclusión, conozcan cómo se desenvolvió el caso que nos ocupa. La profesora, como está previsto en estos casos, informó al Jefe de Estudios para que tomara las medidas oportunas. Entonces ya se planteó el primer problema: “¿Pero qué le has hecho para que te insultara de esta forma?”. Pregunta sin malicia, pero que deja entrever una desconfianza hacia la noble actuación de la docente. Siguiente paso: preguntar al resto de la clase que presenció el hecho. Ante el sondeo del Jefe de estudios, respuestas de todo tipo por parte de los estudiantes: “Es que le tiene manía”, “Es que tampoco hay porque llamar a los padres” “Es que nos exige que trabajemos mucho” “Es que no había tiempo para hacer tantos deberes, y claro, por eso no los hicimos…”. Y así, entre tanto es que y tanta falsa excusa, la profesora se estaba convirtiendo en la mala de la película.

Insistiendo Beatriz en que había que tomar algún tipo de medida disciplinaria, razonando que su autoridad sino se vería mermada, se formó una especie de comité de convivencia para resolver la situación. Es decir, un grupo de chicos de la clase debían valorar si existía algún grado de culpabilidad por parte de quien había insultado. Tras varias entrevistas y reuniones, la conclusión final no tardó en llegar: Es que el chico no está motivado con las matemáticas, y claro, por eso no trabaja.

¡Claro! ¡Como no está motivado le da derecho a llamar puta a su profesora cuando le pide los deberes! Lo más grotesco vino con la entrevista del Jefe de estudios con la docente afectada. En más de media hora intentó hacerle ver que debía ser más indulgente, procurar hacer sus clases más atractivas y huir de todo aquello que la enfrente con sus alumnos. Conclusión: el chico se merece otra oportunidad, tienes que hablar con él y animarle positivamente para que trabaje.

De víctima a culpable, así es como se la hacía sentir a Beatriz, y así es como se les trata a muchos otros colegas del mundo docente. Si tu alumno no trabaja, no le exijas tanto. Si no presenta los deberes, sé más comprensivo. Si tu asignatura no la estudia, ingéniatelas para hacerla más atractiva. Y si llega un momento en el que te insulta, recógele rápido y pídele perdón por haberle provocado su ira.

¡Y cuidadín! ¡Ni se te ocurra mirarle con mala cara! No sea que se te presente el inspector y te sancione por tu falta de profesionalidad.