domingo, 22 de junio de 2008

Debate con las vacaciones escolares


Sonó el timbre y, como si faltara tiempo, la escuela comenzó a vaciarse de chavales llenos de satisfacción y con caras sonrientes, porque llegado el 19 de junio se dio por finalizado el curso escolar. Lo increíble es que al llegar tan esperado día, a los alumnos les desaparece todo tipo de preocupaciones, olvidando con rapidez el mayor o menor éxito de sus resultados académicos. Lo único que les importa son los casi tres meses que quedan por delante, con sus videojuegos, piscina, playa, deporte, descanso…

Y mientras los chavales se sienten felices, muchos padres empiezan a estrujarse el cerebro –y en muchos casos también el bolsillo- buscando la mejor manera de tener a sus hijos ocupados a lo largo de todo el verano. La sociedad ha cambiado, hoy en día en la mayoría de los hogares trabajan padre y madre, donde no siempre coinciden sus propias vacaciones, y compatibilizarlas con el cuidado de sus hijos no resulta nada fácil. En estas fechas resurge de nuevo el debate, sobre si las vacaciones escolares son demasiado largas, si hay que replantearse el calendario escolar, si deberían volver los exámenes de septiembre, etc. Para todo ello, hay opiniones para todos los gustos.

Si preguntamos a los profesores, dirán que no, que ya está bien. Y además, defenderán su tiempo distinguiéndose de las vacaciones de sus alumnos. La idea de que maestros y profesores tienen tres meses de vacaciones es falsa, porque en julio se disponen para preparar las clases del curso siguiente y deben dedicar un período a su formación continua. Ante esta tesitura se deduce con claridad que el problema no radica en la extensión de las vacaciones del cuerpo docente, sino en la extensión de las vacaciones de los alumnos que es lo que comporta el problema para muchas familias.

Por otra parte, cabe añadir que está demostrado que los alumnos con una parada escolar tan larga se dispersan y acaban olvidando muchos de los conocimientos adquiridos a lo largo del curso anterior. Los trabajos y deberes que suelen recomendarse para la época estival acaban siendo poco afortunados y son insuficientes para resolver dicho problema.

Quizás la solución esté en reorganizar los tiempos de descanso durante el año, al igual que se está haciendo en algunos países europeos. Aunque cabe tener en cuenta que según el estudio “Organización del tiempo escolar”, publicado por la Comisión Europea el año pasado, las escuelas españolas no salen tan mal paradas si se comparan con las vacaciones de otros países de Europa.

De todos modos, hay factores que acaban determinando la sucesión de las vacaciones, como es el caso de la climatología, por ejemplo. Este sería el caso de Alemania, donde empiezan el curso a primeros de agosto y lo terminan a finales de junio.

Hay países donde las vacaciones de otoño e invierno son más largas que en España. En el caso de Francia empezaron el 3 de septiembre y acaban el 4 de julio. Pero por otra parte acostumbran a hacer dos semanas de pausa escolar para el Carnaval de invierno.

Italia, que es un país que tiene una climatología parecida a la de Cataluña, arranca el curso a mitades de septiembre y lo termina a mediados de junio, muy parecido a lo que hacemos aquí. Además no tienen pausas por vacaciones distintas a las de los colegios españoles.

Está claro que las vacaciones son un período nada fácil de manejar, y que debe ser la Administración quien debería ocuparse de buscar la solución más adecuada. Porque no es un problema de la escuela, es un problema social, cuya solución debería pasar por una mayor racionalidad de los horarios laborales para que los adultos puedan atender a sus hijos, y por un mayor gasto social en forma de colonias y actividades extraescolares gratuitas, por ejemplo.

Y mientras tanto, para este verano… ¡a sobrevivir cómo se pueda!


domingo, 8 de junio de 2008

Teresa de Calcuta, mujer grande


A raíz del conocimiento de las cartas escritas por la Madre Teresa de Calcuta, la prensa destacaba hace unos meses que había pasado por difíciles momentos de crisis de fe. Muchos artículos discutieron en su momento que la santa se había planteado asuntos como la existencia del cielo, o otros aspectos que interpretados del modo que se hicieron podrían cuestionar la santidad de esta mujer. Los juicios premeditados, junto a la carencia de objetividad, cuestionaron a una mujer que, diminuta de tamaño, ha pasado a la historia por ser una mujer grande.

Ya se han cumplido los diez años de su muerte, y hace unos días se presentó en la Universidad CEU San Pablo de Madrid el libro “Madre Teresa: Ven, sé mi luz” donde se recogen las cartas que durante más de setenta años la religiosa envió a un reducido número de confidentes. En total se publican cuarenta de estas cartas que reflejan con gran profundidad su vida en Calcuta. El padre Brian Kolodiejchuk, misionero de la caridad, es el artífice del libro, por lo que ha expresado en declaraciones recientes: “Decidimos publicar las cartas porque expresan su inmensa capacidad para afrontar las situaciones más difíciles, su fidelidad, su coraje y su alegría, prueba del grado de santidad que tenía”.

De este modo, después de las noticias publicadas en diversos medios sobre las incertidumbres de la santa, podremos leer exactamente a qué se refería sobre esta “oscuridad” por la que atravesó durante una etapa de su vida. Mientras algunos medios aprovecharon los escritos de Teresa de Calcuta para poner en tela de juicio su santidad, la lectura del libro confirma la heroicidad y ejemplaridad de vida que llevó la Madre Teresa. La lectura de las cartas refleja que, ciertamente, la santa vivió durante largos años una constante “oscuridad”, pero que nada tenía que ver con una falta de credibilidad hacia Dios o la existencia del más allá, sino que era fruto de una sensación de no ser amada, querida y apreciada. A esta sensación ella la denominaba la “dolorosa noche del alma”, que dio comienzo cuando comenzó a trabajar con los pobres y que la acompañó a lo largo de su vida. Sin embargo las cartas reflejan que en ningún momento la santa puso en duda la existencia de su Creador, sino que esta experiencia la condujo a una siempre más profunda unión con Dios. Esta experiencia mística ya la atravesaron con anterioridad otros santos como Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Paúl de la Cruz o Juana de Chantal, entre otros.

La publicación de este libro servirá, de bien seguro, para aclarar las dudas que surgieron en su momento alrededor de esta gran mujer. Además el libro sirve para descubrir, una vez más, que Teresa de Calcuta realmente fue la “madre de los pobres”, y su gran compasión que sentía por aquellos que eran rechazados y despreciados, por los padres abandonados en residencias de ancianos, por los jóvenes solos y desatendidos por sus familias, y de manera especial por los niños no nacidos. Recordemos que, al recibir en 1979 el Premio Nobel de la Paz, la monja albanesa declaró: “Pienso que hoy día el más grande destructor de la paz es el aborto, porque es una guerra directa, una matanza directa, un asesinato directo hecho por la misma madre”.

Una de sus máximas preferidas era “servir a los pobres para servir a la vida”. El libro servirá para desdecir algunas interpretaciones erróneas sobre sus misivas, pero a la vez no deja de ser un buen baldazo de ejemplaridad en medio de la sociedad hedonista en la que nos encontramos. Y aún así, hay quienes tienen la osadía de no querer reconocerlo.