domingo, 29 de julio de 2007

El móvil... ¿necesidad o divertimento?

Es un hecho que la telefonía móvil ha adelantado a la fija en número de usuarios. Ya son más de 1.500 millones de personas las que la utilizan; y para finales de 2009 se prevé un total de 2.500 millones. Estas cifras se incrementan gracias al crecimiento de su uso, en especial, de tres grandes países demográficos: Brasil, India y China. La telefonía móvil es mucho más cómoda, práctica y ofrece servicios de bajo coste. Realmente tener un móvil es algo apetecible, a la vez que muy accesible para cualquiera. Y no solamente eso, sino que además, fuera de ser un utensilio práctico y útil, su uso puede desencadenar una cierta dependencia y esclavitud.

La consultora TNT, a través de un estudio sobre el uso del móvil, sacó a relucir un dato que produce algo más que sorpresa: el 64% de los usuarios no saben lo que pagan por un minuto. Es de suponer que si se desconoce lo que se paga por una llamada se acabará haciendo un uso desmedido. A la hora de pagar la factura, claramente vendrán los lamentos, pero no faltarán las falsas justificaciones quejosas sobre los altos precios de las tarifas. En estos casos, sería mucho más sencillo reconocer que la razón real del coste está en el alto consumo, y no en lo que cuestan.

“Cariño, ya estoy llegando”. “¿Ah sí? ¿Cuánto tiempo te queda?” “Menos de un minuto”. Si realmente el tiempo de llegada va a ser en menos de un minuto, probablemente sería más práctico evitar la llamada y dirigirse directamente a la puerta. El fácil uso del móvil nos lleva a realizar, en algunas ocasiones, llamadas innecesarias que, una tras otra, la suma de ellas alcanza un notable coste.

Otro caso es el de los jóvenes adolescentes. En un inicio, los padres permiten a sus hijos el teléfono móvil con la tranquilidad de poderlos tener más controlados. Incluso hay veces en las que su uso queda muy restringido y para ocasiones determinadas. Poco a poco el adolescente va conquistando terreno a sus padres, y de esta forma acaba adquiriendo un dominio total de su teléfono. Cuando en un principio éste debiera servir para casos de emergencia, acaba siendo la herramienta predilecta para llenar largas conversaciones insulsas, mensajes burdos o para pasar un buen rato jugando a la serpiente. Muchas veces me he encontrado con padres que, al recibir las notas de sus hijos, les han prohibido el uso del móvil. Esta actitud me llama la atención. Si su hijo dispone de móvil porque realmente es algo necesario, no tiene ningún sentido privarle de su uso (como tampoco lo sería prohibirle comer por el hecho de suspender). En caso contrario, cabe reconocer que esta necesidad no es tan real, y quizás se aproxime más a la satisfacción de un capricho personal del hijo.

Un 15,7% de usuarios disponen de más de un teléfono móvil. En algunos casos es debido a una justificada necesidad, y los hay para quienes este hecho es una manera de distinguirse. Mariela Mociulsky, que es la directora de Consumer Trens, afirma al respecto: “Es una cuestión de etiqueta social y laboral: ya no queda bien decir que no tienes móvil o negarte a dar el número cuando te lo piden. Por eso hay mucha gente que opta por tener dos números. Uno se lo dan a todo el mundo y el otro es más reservado”. Cabe decir que hay países, como Argentina, donde tener más de uno resulta más barato.

Que el móvil tiene un uso para el ocio es algo incuestionable. Incluso en este hecho existe una distinción de sexos. Los chicos representan el 58% de las personas que descargan juegos, mientras que el 70% de las personas que descargan melodías son mujeres menores de 35 años.

Está claro que desde que en 1990 la telefonía móvil irrumpía en España las cosas han cambiado de forma considerable. Ahora ya no sólo llamamos con el móvil, sino que jugamos, escuchamos música, grabamos, hacemos vídeos, fotografiamos… No está de más que nuestros jóvenes aprendan a hacer un uso correcto de este aparato. ¿Habrá en un futuro una asignatura que podría llamarse “Educación para el móvil” en nuestro sistema educativo español?

viernes, 27 de julio de 2007

Solicitud de vacaciones

Me encontré el chiste por pura casualidad, intentando pasar el rato con algo qué leer. “¿Qué tal las vacaciones?”, le pregunta un chaval a su amigo, a lo que éste le contesta: “Pues mal, mis padres me han puesto tantas actividades que ya tengo ganas de empezar el colegio” (Jordi Lavanda). Además de una sonrisa, el tema se merece una buena reflexión, pues el tema de fondo que se encuentra tras lo que puede ser una simple viñeta cómica es la realidad que atraviesan muchos jóvenes durante este verano.

El Instituto de Creatividad e Innovaciones Educativas de la Universitat de Valencia acaba de elaborar un informe titulado: Estudio sobre hábitos de vida saludable. El informe ha dado a conocer diversas conclusiones, y entre otras una de ellas advierte que “uno de los resultados más sorprendentes del estudio tiene que ver con el estrés infantil; según los propios encuestados, uno de cada tres niños de entre dos y once años padece estrés, y la cifra supera incluso a la de los padres que se reconocen estresados”. El mal del siglo XX, sufrido por gran parte de la población, ya está pasando de ser algo propio de los adultos a un mal de nuestra juventud.

Enrique se ha trasladado al Japón hace unas semanas. En uno de sus e-mails, donde contaba sus primeras impresiones, destacaba el excesivo ritmo de trabajo que percibía entre la población. También es sorprendente lo que un colega de trabajo me contaba de Londres, donde llegó a ver a trabajadores que se llevaban el saco de dormir a la oficina para pasar la noche allí. La familia pasa ya a un segundo plano, donde el trabajo y las obligaciones profesionales ocupan un primer lugar, y luego ya viene todo lo demás. Ut operaretur fue creado el hombre, qué duda cabe, pero habrá que ver si ésta debe ser su única ambición.

El estudio elaborado por el Instituto de Creatividad hace hincapié en que muchos adultos no constituyen modelos de referencia deseables para sus hijos. Quizás alguno, al leer estas líneas, podrá preguntarse: “¿Ah sí? ¿Y quién trae el pan a casa?”. Porque es cierto que el nivel de competencia profesional exige cada vez más. Ya no basta llorar para mamar, sino que uno debe estar muy bien preparado y ser capaz de mostrar sus cualidades más destacables para ser alguien en la vida.

Podemos divagar y sacar todo tipo de conclusiones, pero lo que está claro es que algo nos está pasando. Y si queremos conciliar la vida familiar con la laboral, algo deberemos de cambiar. Hace un año el periódico gratuito Qué empezó una campaña entre sus lectores, sobre este tema, que obtuvo una respuesta masiva con todo tipo de ideas y sugerencias. Porque en el fondo, lo que quiere la mayor parte de la sociedad, es trabajar lo suficiente y vivir bien. Luego vienen las exigencias sociales que nos impiden hacer realidad este sueño, aunque a veces nos olvidamos que la sociedad no es un elemento abstracto, sino la suma de todos y cada uno de los individuos que la formamos. Pues si estamos de acuerdo… ¿por qué no empezar a cambiar las cosas?

Tiempo libre de los hijos lleno de todo tipo de actividades. Horas tempestivas de trabajo que atrapan a los padres. Padres que no conocen a sus hijos, e hijos que no saben de sus padres. Y luego, al final, acaba pasando que uno cuanto más gana más gasta, ¿realmente vale tanto esfuerzo invertido si al final se pierde la mejor inversión que es la de la propia familia?

El caso de Tomás es cierto como la vida misma. Yo mismo lo conocí en primera persona. Ganaba como nadie, tenía varios coches, una buena casa y todo tipo de lujos. Una esposa paciente y tres hijos pequeños que apenas le veían. Sus continuos viajes y reuniones hasta altas horas de la noche estaban haciendo de él un extraño en su propio hogar. Y llegó un día en que tuvo que decidir entre su trabajo y su familia. Decidió empezar de nuevo, vendió sus coches y su casa, abandonó el trabajo y se cambió de ciudad. Consiguió un trabajo más sencillo y además desde su propia casa. Cuando me lo contaba terminaba diciéndome: “No tengo tantos lujos ni gano tanto a final de mes, pero tengo algo que nadie me lo va a quitar: ahora disfruto de mi familia, antes no”.

La vida exige mucho y cuesta seguir su ritmo, pero a veces hace falta un poco de valentía para echar amarras y anclar en puerto seguro. ¿O a caso es más factible hundir el propio barco?

miércoles, 25 de julio de 2007

Volver a nacer

El título no va con sorna. Porque realmente, lo que sentí hace unos días, fue la sensación de volver a nacer. Lluvia intensa, carretera mojada, ruedas desgastadas… y cuatro vueltas de campana con el vehículo. Al final, a Dios gracias, todo ha quedado en una anécdota, con unos cuantos puntos en el brazo y algunas magulladuras. Además, he de confesarlo, he sido testigo de una gran lección llena de humanidad que no puedo resistirme a dejar constancia en este artículo.

Postrado en cama, convaleciente aún por los efectos del accidente, son varios los que vienen con la misma pregunta: “¿Qué pensaste? ¿Qué sentiste? ¿Viste el túnel de tu vida?”. No, no… nada de eso. Ya sé que muchos aseguran, habiendo estado al borde de la muerte, ver pasar ante sus ojos toda su vida en fracciones de segundo. Otros cuentan lo del túnel… “Pues yo vi un túnel oscuro con una luz al fondo…”. Pues a mi, ¡qué quieren que les diga! ni túnel ni película de mi vida… Eso sí, mientras contaba las vueltas de campana, un único pensamiento afloró de forma inmediata: “Dios mío, no me jodas, ¡coño!”. Ya sé que queda poco poético, pero para qué engañarnos, es la simple realidad.

Después de darme cuenta que mis oraciones –poco litúrgicas y algo soeces- han sido escuchadas con vehemencia, viene un intento de rectificar la intención. Un acto de contrición, o quizás un padrenuestro, o un miserere hubieran dado lugar a una mejor preparación espiritual ante una posible visita al más allá. De todas formas, a Dios le supliqué que no me jodiera, por lo que debió pensar: “A éste, no me lo llevo yo, que la fruta no está aún madura para ser cortada del árbol”. Pues es verdad que Dios sabe más, como siempre me han enseñado.

Aunque reconozco que no me gustaría pasar por lo mismo, no niego que algo ha valido la pena pasar por esto, a pesar de los pesares. Ante mi han ido desfilando un gran número de personas, que sin esperar nada a cambio y con una actitud discreta, se han convertido en los héroes de mi vida. Aquellos que pararon su coche y ofrecieron toda su ayuda, alguien –a quién probablemente nunca conoceré- llamó de inmediato la ambulancia, otro que te recoge del suelo y no se mueve de tu lado, otro que te ofrece su abrigo sabiendo que nunca más lo recuperará, alguno se para esperando poder hacer algo aunque no sabe qué hacer, etc… Y luego viene lo del hospital. Es verdad que se ha dicho y se ha escrito mucho contra la sanidad pública, pero he sido testigo del amor humano que te dan. Enfermeras sonrientes, doctores que casi te miman, camilleros complacientes… a ellos solamente puedo ofrecer palabras de agradecimiento. Porque en medio del tumulto, ente el griterío de la gente, a pesar de las prisas con las que hoy en día nos movemos, es verdad que existen verdaderos héroes que, sin salir en los periódicos y sin ningún reconocimiento especial, están dispuestos a darse a los demás.

¡Qué lección de humanidad! Puesto que ahora siento que vuelvo a nacer, de lo que sí estoy seguro es que me voy a replantear muchas cosas, fruto de lo que he visto con mis propios ojos. Trabajar con una sonrisa, haciendo el trabajo bien hecho viéndolo como un servicio a los demás; ayudar a quién lo necesite sin esperar nada a cambio, dedicar parte de mi tiempo a otros que puedan requerirlo. Y como no… valorar aquello que me rodea.

El tiempo se va, y contra él difícilmente se puede luchar. Ni siquiera los más poderosos son capaces de poseer su dominio. Y como tampoco sé de cuánto tiempo más voy a disponer, pienso saborear de cada instante de mi vida como si éste fuera mi última vez.

domingo, 8 de julio de 2007

Quien no lee, poco aprende

Berta es una chica tímida, pero que se siente plenamente feliz. Tras conocerse recientemente los resultados de selectividad, ha obtenido la mayor puntuación de Catalunya, con un 9,69. Ella quiere estudiar arquitectura, y entre otras aficiones alardea de una de ellas en todas sus entrevistas que se han publicado: le encanta leer. A sus padres les ha agradecido que desde muy pequeña le inculcaran el hábito lector, cuando le leían en voz alta cuentos infantiles.

Hace pocas semanas la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía ha publicado un informe que hace un diagnóstico del curso 2006-2007 sobre las competencias lingüísticas y matemáticas de los andaluces. Tras hacer un minucioso análisis de la realidad en la que se encuentran los estudiantes, reluce unos datos que no dejan de ser demoledores: el 50% de los que han cursado el tercer curso de secundaria no leen nunca, o casi nunca, periódicos, cuentos o novelas cortas. La situación de los que cursan quinto curso de primaria es que el 40% manifiesta leer una o dos veces por semana una revista, cuento, o novela corta.

El caso de los andaluces es perfectamente aplicable a toda la comunidad escolar española. Las letras no atraen a los escolares. Leer un libro, una revista, o escribir un breve texto ha pasado a ser una tarea ardua, difícil y detestada. Encontrarse ejemplos como el de Berta, en un aula, suele ser excepcional y casos muy reducidos.

Por otra parte uno descubre que la televisión, ante la que no hay que pensar ni requiere un especial esfuerzo, seduce enormemente a la población infantil. El 38% del alumnado con once años de edad ve una hora diaria de programación televisiva. Este hábito, a medida que se entra en la adolescencia, va en aumento. De este modo el 46% de los adolescentes confiesan ver una media de tres horas diarias. Es de suponer que en todo este tiempo dedicado no hay ningún tipo de selección de programas, y que ahí sentado frente a la pantalla uno se traga cualquier cosa que le echen.

No olvidemos que las cifras corresponden al periodo escolar, en el que existen exámenes y tareas diarias escolares. Ahora que estamos en verano, es de suponer que estos datos irán en aumento.

A todo esto, podemos preguntarnos ¿Y dónde están los padres? ¿Es posible que exista esta permisividad? Cuando vienen los malos resultados académicos, cuando se intuye un catastrófico final de curso y una más que probable repetición, vienen las prisas y las encerronas en el cuarto impidiendo moverse ante el libro. Más de una vez, como profesor, he recibido súplicas similares a: “Señor profesor, dígame usted… ¿qué piensa hacer para ayudar a mi pobre hijo este final de curso y salvarlo?”. A veces te dan ganas de contestar: “¿Y usted? ¿Qué ha estado haciendo durante todos estos meses?”.

Las conclusiones de la Junta andaluza deberían extenderse al resto del país: plantean la necesidad de fomentar la lectura y la escritura entre los escolares. Pero no solamente desde la asignatura de Lengua, sino que anima a todos los profesores que desde sus respectivas áreas lo hagan también. Llegando a más implicación todavía, del mismo modo están dispuestos a animar a las familias que colaboren y participen de este proyecto.

Ya en el siglo XVIII Rousseau calificaba la lectura como el azote de la juventud. El problema no es nada nuevo, ni propio de nuestros tiempos. Aunque entonces no había play ni televisión, seguramente debería haber otras satisfacciones alternativas a la lectura.

Ya da igual las continuas reformas legales a las que se están sometiendo nuestros alumnos, el número de horas que se dedicará a tal o cual asignatura… lo que sí está claro es lo que nos dicta el sentido común: conviene leer.

Ahora que estamos en vacaciones… ¡qué mejor momento para fomentar la lectura entre nuestros hijos! Si lo conseguimos será mucho más fácil, cuando empiece el curso escolar en septiembre, perpetuar el hábito lector. Y esta tarea hay que empezar a trabajarla desde casa, es un error pretender delegarla al colegio.

Ya Cervantes lo dijo: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. ¿Vamos a dejar escapar esta oportunidad?

domingo, 1 de julio de 2007

Sexo y más sexo

Ramón García, consagrado presentador de televisión y todo un fuera de serie, ha estrenado recientemente un nuevo concurso televisivo. El reto que cuestiona el título del programa no deja de ser interesante. Quizás podremos descubrir que sí, que algunos niños de primaria saben más que ciertos adultos. Dejando a parte la cuestión planteada, de lo que sí estoy seguro es que las jóvenes generaciones de los tiempos que corren van muy por delante de nosotros. No solamente se distinguen en las costumbres que nosotros vivíamos a su misma edad, sino que además pierden más fácilmente la inocencia cuando se trata de cuestiones sexuales. Incluso hay padres que mientras van con el lirio en la mano, su hijo ya está de vuelta de todo. Y ahora que el verano ya está aquí, con más tiempo libre y menos ocupaciones que requieren un esfuerzo constante, habrá que andarse con cuidado si queremos dar una educación sexual que se base en el respeto hacia la otra persona.

La semana pasada se celebraba en Barcelona el 56 Congreso de la Sociedad Española de Pediatría. Aunque la noticia apenas ha aparecido en la prensa, no nos deberíamos quedar indiferentes ante algunas de las conclusiones que se han dado a conocer. Una de ellas revelaba la prematuridad de las relaciones sexuales de los chavales: parece ser que en un alto porcentaje de nuestros jóvenes la primera relación íntima se produce antes de los 15 años. Las estadísticas señalan alrededor del 30%.

Al hablar de sexo, se suele asociar la libertad personal con progreso, y la continencia como algo ligado a razonamientos dogmáticos de carácter religioso. Sin embargo, después de unas décadas donde el destape ha sido la vanguardia del libertinaje, en estudios recientes los expertos hacen balance del impacto de la presión sexual que se ha sometido a las jóvenes generaciones. Los resultados demuestran que no está resultando nada positivo.

Josep Cornellà i Canals, que es el responsable del programa Salud y Escuela de la Conselleria de la Generalitat de Catalunya en Girona, recordaba que desde un punto de vista orgánico, el cuerpo puede estar preparado para mantener relaciones sexuales, pero no así desde una perspectiva psicológica. El inicio precoz del sexo, según conclusiones de los expertos que participaron en el Congreso, puede acarrear problemas mentales o de otra índole.

De forma parecida testifican científicos de la Universidad de Minnesota, en un artículo publicado en la revista Journal of Sociology, constatando que aquellos adolescentes que comienzan prontamente sus relaciones sexuales padecen con facilidad síntomas depresivos, respecto a los que conservan la virginidad por más tiempo.

La Asociación Psicológica Americana ha publicado recientemente un informe titulado «Report of the APA Task Force on the Sexualization of Girls». Éste es el resultado de la investigación sobre el contenido y los efectos de los medios de comunicación en las niñas y jóvenes americanas, y concluye que existe una sexualización malsana que pone cada vez más en peligro a las chicas. La doctora Eileen Zurbriggen, profesora de psicología de la Universidad de California, ha afirmado que hay evidencias para concluir que la sexualización tiene efectos negativos en diversos campos, que incluyen el funcionamiento cognitivo, salud física y mental, y el desarrollo sexual sano.

The New York Times publicaba el curso pasado un estudio basado en un artículo publicado en la revista Pediatrics, que estudiaba el impacto de los medios en las actitudes y hábitos sexuales de los adolescentes. También los resultados venían a ser muy similares a los comentados anteriormente.

Puesto que con facilidad caemos en todo tipo de campañas de prevención, con el fin de mentalizarnos de los efectos secundarios que se derivan de determinados malos hábitos, no estaría de más comenzar a preocuparse de las consecuencias que se emanan del desorden sexual que se está impregnando en nuestra sociedad. Afortunadamente, los que nos alertan, no son señores vestidos con sotana, sino reputados miembros científicos con todo tipo de creencias.

Y mientras los resultados procuran hacernos ver que quizás va siendo hora de poner un poco de orden en materia sexual, en España ronda “El autobús del sexo” para que los jóvenes recuerden el uso del preservativo. Está claro que la continencia no vende ni genera dinero, pero no olvidemos que al igual que el algodón, no engaña.