martes, 16 de enero de 2007

EL MEJOR CUMPLEAÑOS

Julia fue sometida a una intervención quirúrgica hace pocas semanas. Aunque la operación no era de gran importancia, tuvo que guardar cama en el hospital durante una semana. Esas mismas fechas coincidían con el cumpleaños de su hijo Alberto, de 14 años. Rebelde, intransigente, apático, contestatario… así está Alberto en estos momentos. Julia me comentaba que esperaba el cumpleaños de su hijo para hacer algún plan especial con él, y de este modo intentar ganárselo un poco. Durante los últimos meses la relación no había sido muy buena. Día tras día, de cada situación, surgía un nuevo conflicto. Pedro, el padre, ya había dado la batalla por perdida. Los hermanos, muy pequeños aún, poco entienden qué es lo que pasa entre Alberto y sus padres.

Días antes a la fecha del evento, previendo que no sería factible un plan especial a causa de la operación, Julia optó por la vía fácil. “Alberto, te damos 100 euros por tu cumpleaños, queríamos hacer algo especial pero ya sabes que no será posible. Quédate el dinero y celébralo con tus amigos”. Como en otras ocasiones su hijo soltó uno de sus comentarios desafortunados. “Pues vaya gracia… por una vez que tenéis una idea…” Eso sí, el dinero lo cogió sin inmutarse.

Julia y Pedro hablaban con frecuencia de su hijo. Se sentían desesperados. Se culpabilizaban a sí mismos de la situación por la que estaban atravesando. Muchas veces hablaban con el profesor de Alberto contrastando opiniones. Incluso habían pensado en pedir ayuda a un terapeuta.

Llegó la fecha de cumpleaños. Julia postrada en la cama del hospital. Pedro a su lado medio dormido en una silla. Los pequeños en casa de los abuelos. La puerta de la habitación se abrió. Y ahí apareció Alberto cargado de flores y cajas de bombones –aquellos que sabía que eran los favoritos de su madre. Sus padres con cara de sorpresa, sin creerse que aquel era su hijo de verdad. “Pensé que con 100 euros no había suficiente para celebrarlo con mis amigos…”. Sus padres callaron, sabían que el comentario era una táctica defensiva. Sin duda alguna aquella se convirtió en la mejor celebración de cumpleaños de todas las de Alberto. Sencilla, sin muchas pretensiones, pero muy especial.

Y les aseguro que la historia es real. Cuando Julia me lo contaba, enseguida pensé: ¿quién dice que un adolescente no tiene corazón? ¿a caso se puede afirmar rotundamente que no saben querer? No creo… ;)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Quién puede creer aun que los adolescentes no sienten? por el contrario, son un hervidero de emociones.

Anónimo dijo...

Es dìficil ser padre y no morir en el intento, no es por falta de amor propio ni mucho menos... Nuestros hijos nesecitan de padre conversado
dores y que esten deacuerdo, no en todo, pero si en aquello que trata de su convivencia, del respeto, de obtener aquello sin dañar a nadie,, de la confianza, de amor propio...
Hoy en dìa los niños necesitan cada dìa màs comunicaciòn humana y la ùnica forma es llamar la atenciòn a sus padres para que les dediquen màs tiempo, còmo? Yo soy padre y no le trasmito la inseguridad pero si la trasparencia en ser paciente y eso es algo que hay que decirlo con continuos contactos, tanto con la madre como con el hijo y a partir de ahì, buscar apoyo, asesoramiento,
en la misma medida que lo demande...
No nacemos con que ya sabemos educar
es la propia vida, quièn te va corri
giendo y si de verdad, tenemos amor propio, aprovechamos lo poquito que nos pueden asesorar las institucio-
nes que pidamos ayuda: IDEAS CLARAS,
AMOR PURO, SENTIMIENTOS NOBLES Y VOLUNTAD FIRME son para mì, los ingredientes de una vida sana...