jueves, 25 de enero de 2007

MAMÁ SARGENTO Y EL ALUMNO REBELDE

“Lo digo una y otra vez, y nada de caso. Hasta que no me pongo en plan sargento no hay manera que reaccionen.” Josefina me lo contaba con lágrimas en los ojos. Aquella mañana había llevado a uno de sus hijos al médico. Quería comprobar si sufría hiperactividad, u otro tipo de trastorno conductual. “Hay momentos que llego a la desesperación… si contara las veces que repito lo mismo me volvería loca”. Por muchas veces que les recuerda que los zapatos han de estar en el armario, los sigue encontrando tirados por cualquier sitio. Aunque insista en que la toalla ha de estar colgada en el perchero del baño, se la sigue encontrando tirada por el suelo. Podría hacer una larga lista, interminable, de órdenes y contraordenes. Mientras me lo explicaba, y aunque unas lágrimas intentaban aflorar en sus ojos, su orgullo de madre quedaba evidente: incluso en esas batallas diarias, se la ve emocionada con sus dos hijos, a los que quiere con locura.

Casualmente esa tarde hable con Jorge. Desde hace un tiempo está dando problemas en clase. Poca cosa fuera de lo común: risas tontas, distracciones, falta de trabajo, interrupciones innecesarias. Él sabía que me sentía molesto por lo que necesitaba venir a verme y arreglar nuestra relación. Le conozco desde hace ya ocho años y nuestra confianza es grande. En medio de nuestra charla, cuando le intentaba hacer ver de la importancia del aprovechamiento de las clases, le pregunté: “¿Pero tú te ves capaz de tomarte en serio las clases?”. Se me quedó mirando, y como un niño pequeño (está más “pavo” que nadie), se sonrió. “¡Pues claro! ¡Si yo sé que si quiero ésto lo paro ya!”. En seguida comprendí. No hacía falta seguir hablando. Lo único que buscaba era llamar mi atención. Con su mala actitud en clase el único objetivo que intentaba conseguir era que yo estuviera más pendiente de él. Fue entonces cuando me di cuenta que, en el último trimestre, cuántas cosas grandes y buenas había hecho Jorge y que poco sabía valorárselas.

Muchas veces parece que nuestros hijos, nuestros alumnos, no nos hacen caso. Incluso dan a entender que pretendan hacer lo contrario de aquello que se les manda. En esas situaciones también debemos examinarnos nosotros, los adultos. ¿Sabemos valorar aquello que hacen bien? Fácilmente caemos en el error de resaltar los aspectos negativos, con la buena intención de ayudarles a corregirse, pero se nos olvida felicitarles por sus victorias. Y es entonces cuando, reclamando nuestra atención, buscan el modo de conseguir que estemos más pendientes de ellos.

Josefina es una madraza. Sus hijos son estupendos. Y Jorge, en medio de su adolescencia, es un tipo grande. Corregir ¡por supuesto! Pero también querer, valorar lo positivo, y no dejar de estar al lado de ellos. ¡Cuánto nos necesitan aunque no pretendan demostrarlo!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, tan solo quiero comentar que con el objetivo de dar gloria a Dios, he iniciado una Novela Catolica (Blogonovela), la cual estaría encantado de que pudieran leer. No soy escritor de profesión pero quiero contribuir de esta manera a la evangelización.

La dirección es http://algodeti.wordpress.com