
Estos días he estado unos días con estudiantes del colegio conviviendo en un albergue en una actividad escolar. El día que nos pusieron verdura para cenar sobraron bandejas enteras. Antes de empezar cada comida, sólo sentarse a la mesa y sin saber qué íbamos a tomar, rebanadas de pan ya empezaban a untarse en aceite para ser comidas. A cada plato la pregunta era la misma: “¿hay ketchup?”. Si tocaba pollo con patatas fritas, las patatas se esfumaban antes de servirse uno el plato. Los bollos de chocolate de la merienda desaparecían sin darse uno cuenta, cuando había bocata de jamón siempre podías repetir. En el desayuno el embutido apenas se tocaba, las galletas volaban. Y por supuesto, a cualquier hora, siempre alguno comiendo chuches aprovisionadas oportunamente deambulando por la casa.
Pero los españoles no nos quejamos de nuestra dieta. Entonces ¿qué es una dieta correcta? ¿comer lo que a uno le apetece? La escuela, al igual que en otros muchos ámbitos, debe enseñar a comer. Pero en casa es el lugar idóneo para educar este hábito. Comer de todo, refrenar ciertos caprichos fuera de horas, equilibrar las raciones, no desechar los platos… hoy en día se ha convertido casi en una virtud entre los jóvenes. Pues bienvenidos sean los virtuosos, seguro que su cuerpo se lo agradecerá.
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