martes, 29 de enero de 2008

El móvil de la discordia


Apenas a 80 km/h, pasadas las diez de la noche y al compás de “Vivir sin aire” de Maná repaso los momentos estelares del día saboreando un pitillo más. Lo de conducir fumando ya sé que no está bien visto, pero que quieren que les diga… en contadas ocasiones estos son los mejores momentos para mí.

“Como quisiera poder vivir sin ti”… así es lo que me venía a la cabeza pensando en el móvil, porque la historia de hoy, ha empezado con un móvil y con él se terminó. A primera hora de la mañana, en plena clase con 30 adolescentes al frente, ha empezado la primera batalla. Veinte llamadas seguidas, minuto tras minuto, de alguien que “quiere hablar contigo y quiere que le pases saldo”. Menos mal que lo tenía en estado de vibrador y sólo yo era consciente del ataque al que estaba siendo sometido. Dejándome llevar por la curiosidad, y con la duda de pensar que quizás era un asunto importante, freno la clase y procuro enterarme de qué iba este rollo, para acabar descubriendo que era un caradura intentando aprovecharse de mi inocencia y conseguir unos euros en su cuenta particular.

“Me encantaría quererte un poco menos”… y es verdad, porque ser docente también tiene su paternidad, y día a día, batalla tras batalla con aquellos a quienes intentas formar y educar, sientes que tu corazón se ensancha cada día un poco, y la verdad -al menos en mi caso- acabo descubriendo que tanta implicación me lleva a querer a mis alumnos. Y ahí estaba el pobre Juan. Cuando le conocí hace apenas unos meses, sus perspectivas no eran muy prometedoras. Y sin embargo, semana tras semana, ha acabado por convertirse en un luchador nato: ¡cuánto sabemos los dos de lo mucho que hemos batallado juntos para conseguir llegar hasta donde está ahora! Pero claro, al verle con el móvil en la mano, no lo he podido evitar: este móvil me lo guardo yo, a ver si tú tendrás algo que ver con esta historia…..

“Como quisiera calmar mi aflicción”…. que es lo que he sentido cuando al cabo de unas horas el pobre Juan me ha pedido que le devuelva el móvil, y yo –caótico como soy- al no encontrarlo en mi bolsillo me he hecho el “longuis” diciéndole que debía de habérmelo pillado él mismo en pleno despiste mío (casi le trataba de embaucador). A continuación palabras cruzadas, algo enfurecidas y también desacertadas. Yo persistiendo en las mías, él sin poder entender nada….

“¿Cómo pudiera la flor crecer sin tierra?”… ¡horror! Al entrar en mi despacho ahí estaba el móvil, lo había guardado en un cajón y yo sin acordarme. Entro en clase y se lo doy al pobre chico que, la verdad, debía pensar mil horrores de mí. “Perdóname Juan… ha sido culpa mía”. Me mira a la cara… “este tio me envía a la m….” (pensaba en mis adentros). Pues no, se levanta y me da la mano. “Perdóname tú, por todo lo que te he dicho”. Y la verdad, debo reconocerlo, casi se me cae la cara de vergüenza.

“Pero no puedo, siento que muero”… A la siguiente clase, antes de entrar, el profesor de lengua me espera en la puerta. Me pasa el móvil de Germán, un tutorado mío. “Estaba jugando con él en la clase… guárdaselo unos días”. Miro a Germán, y con sólo ver su mirada… (si las miradas matasen... con él ya llevo varias, y aunque no es capaz de creérselo, es de los que más aprecio). Cruce de palabras, reafirmando mi autoridad, y él haciendo un intento de defensa. Pero no, no caeré en el mismo error… ¡por hoy ya está bien de tanto móvil!

“Cómo quisiera guardarte en un cajón”… y el pitillo ya consumido, acabando la canción, se me va el pensamiento hacia lo que ha sido este día: ¡gracias móvil!

¡Sí! ¡Gracias al móvil! Porque por él hoy he aprendido una verdadera lección. He descubierto un Juan cambiado, maduro, y sobre todo… capaz de perdonar. ¡Qué tipo más grande este Juan! Porque un adolescente ¡sí! también es capaz de querer, de perdonar, de pedir perdón, de comprender… Y mañana me toca a mi, porque la verdad, a Germán le devolví el móvil, pero… ¡de qué forma! Espero que él también sea capaz de perdonarme… y yo de pedir perdón.

Y vuelta a empezar…

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me caes bien, no dejes nunca de escribir las historias de los niños; un día te nutrirás de ellas.

Oscar A. Matías dijo...

Gracias Vivi... y es que tienes toda la razón,las verdaderas historias que uno vive son las que mejor ayudan a mejorarnos a nosotros mismos.

un abrazo,